Sobre las once horas, circulaba
por la nacional Valencia-Alicante (por supuesto en moto) con
la intención de pasar el fin de semana en el chalet de
mis suegros en Moraira, cuando saliendo del pueblo de Ondara
(Alicante), pude dislumbrar a lo lejos una moto con sidecar.
Como quiera que son bastantes difíciles de ver dichos
vehículos, aceleré la marcha a fin de cogerlo y
ver qué moto era y como era. Pero a medida que me iba
acercando, mi cara empezó a reflejar sorpresa, puesto
que no había nadie
conduciendo la moto, no tenía manillar alguno. Mi sorpresa se transformó
en asombro, cuando me pude colocar a refugo de dicho "aparato"
y comprobé que el vehículo en cuestión no era una moto con sidecar, como se entiende normalmente, sino
que era un atalaje y en el mismo iba colocada una silla de ruedas
sobre el que se montaba un auténtico MOTARD (con
mayúsculas), quien conducía la moto desde ese sitio.
No podéis ni imaginar hasta que punto se me puso la carne
de gallina al ver a ese motorista conduciendo de esa forma. Como os indicaba antes, yo creía que nadie
podía superar mi amor por las motos, pero después
de ver a este compañero, no dudo que lo que él
siente por las motos supera en mucho lo que yo siento por las
mismas. Quizás incluso su minusvalía física
fue producida por algún desgraciado accidente en moto,
no lo sé; pero si fuera así, aún multiplicaría
por cien mi orgullo y aprecio hacia él por demostrarme,
no sólo a mi, sino a todos los que amamos este maravilloso
mundo de las dos ruedas, hasta
donde puede llegar la pasión de alguien por lo que le gusta, en este caso las
motos.
Gracias, querido y anónimo
amigo Motard, por demostrar a todo el que te ha visto, que no
existe limites a lo que uno quiere, que sólo se necesita
quererlo con fuerza, pues reconozco que si me hubiera encontrado
en tu caso, por mucho que me gustaran las motos, difícilmente
habría llegado hasta donde tú lo has hecho. Que
Dios te conceda larga vida para que puedas seguir disfrutando
muchos años de ese maravilloso artilugio de tres ruedas
que te llevaba a ti y a tu silla de ruedas por nuestras carreteras.
Me has dado una auténtica
lección de humildad.
Juan Antonio Vivar
Peris
Valencia